El mindfulness puede entenderse como atención y conciencia plena, como presencia
atenta y reflexiva a lo que sucede en el momento actual. Pretende que la persona
se centre en el momento presente de un modo activo, procurando no interferir ni
valorar lo que se siente o se percibe en cada momento. Como procedimiento
terapéutico busca, ante todo, que los aspectos emocionales y cualesquiera otros
procesos de carácter no verbal, sean aceptados y vividos en su propia condición,
sin ser evitados o intentar controlarlos. El control sobre sucesos
incontrolables, sujetos a procesamiento automático, requiere de la mera
experimentación y exposición natural con la menor interferencia posible. Aunque
el mindfulness ha adquirido una cierta notoriedad, sobre todo en USA, de mano de
los valores orientales, refiere a algunos aspectos ya conocidos en psicología:
la exposición y la autorregulación basadas en las técnicas de biofeedback o en
el uso de la hipnosis, donde hay un dejar que los fenómenos perceptivos y
sensoriales se muestren como ellos son. Su principal utilidad, más allá de las
técnicas concretas que ofrezca, tal vez sea el contrastar con una psicología que
propugna el control, el bienestar, la eliminación del estrés, la ansiedad, etc.,
mediante procedimientos que, a falta de esa experimentación natural, pueden
contribuir a perpetuarlos.
Mindfulness es un término que no tiene una
palabra correspondiente en castellano. Puede entenderse como atención y
conciencia plena, presencia atenta y reflexiva. Los términos atención,
conciencia y referencia al momento concreto están incluidos de lleno en su
significado. Viene a plantear, por tanto, un empeño en centrarse en el momento
presente de forma activa y reflexiva. Una opción por vivir lo que acontece en el
momento actual, el aquí y el ahora, frente al vivir en la irrealidad, el soñar
despierto.
Las connotaciones psicológicas del término son evidentes,
aunque trasciende de lo meramente psicológico e impregna en un sentido más
amplio un sentido de vida, una filosofía de la vida y una praxis, un modo de
conducirse en situaciones y momentos concretos. El mindfulness no
puede ser entendido de forma genérica sino que siempre es referido a un momento
temporal concreto (presente).
Para terminar por acotar, si quiera de forma preliminar, el
concepto hay que añadir que esa atención, conciencia y reflexión es de carácter
no valorativo. Es una experiencia meramente contemplativa, se trata de observar
sin valorar, aceptando la experiencia tal y como se da. Es una observación
abierta e ingenua, ausente de crítica y valencia. Se diría que es una forma de
estar en el mundo sin prejuicios: abierto a la experiencia sensorial, atento a
ella y sin valorar o rechazar de forma activa y taxativa dicha experiencia.
El fenómeno así descrito es de evidente interés en psicología.
Plantea en términos positivos cómo orientar la atención y la actividad,
adecuándose de forma abierta a cada situación y señala de forma implícita los
problemas que pueden derivarse de no centrarse en el momento presente en las
condiciones señaladas. Así, para Linehan (1993) el entrenamiento en
mindfulness supone instruir al paciente para que observe su cuerpo y lo
describa, sin valoración y centrándose en el momento presente.
El mindfulness es considerado desde diversas
perspectivas como un fin en sí mismo, como una filosofía de vida o modo de
conducirse en ella. En esta óptica se considera el mindfulness como un
tipo de meditación inserta en la cultura oriental y en el budismo en particular
(Gremer, 2005), el ideal Zen de vivir el momento presente. Desde un punto de
vista psicológico también se ha venido a considerar como un constructo de
personalidad. Se pretende medir cuánto mindfullness "tiene" una persona y cómo
puede afectar esto a diversas dimensiones psicológicas, así como procesos
concretos.
Finalmente se considera también como una técnica y como un
componente de las terapias desarrolladas en el marco del conductismo radical y
contextual: terapia de aceptación y compromiso, terapia de conducta dialéctica o
psicoterapia analítica funcional.
ASPECTOS NOVEDOSOS DE LA TÉCNICA
El mindfulness puede entenderse, como se ha señalado más
arriba, como una forma de implicarse en las distintas actividades habituales,
sean estas problemáticas o no. Se puede considerar, por tanto, como una
habilidad que permite no sólo un punto de vista distinto sino que implica
también conductas concretas.
Siendo precisos no se puede decir estrictamente que su
planteamiento sea novedoso. Veamos, no obstante, sus elementos esenciales y su
grado de innovación.
Centrarse en el momento presente.- Esta es una
característica que ha sido definitoria del análisis funcional de la conducta y
en consecuencia de la terapia de conducta. Sin embargo, el centrarse en el
momento presente tiene en el mindfulness un sentido distinto. Se trata de
centrarse y sentir las cosas tal y como suceden, sin buscar su control. No se
centra en un pensamiento para cambiarlo por uno positivo. Se centra en un
pensamiento o actividad, la que se proponga, en sí misma, sin ánimo de control
sobre ella. ¿Qué utilidad puede tener esto? La de aceptar las experiencias y
sensaciones tal y como se dan. Podría decirse que, de modo similar a como operan
las técnicas de exposición, se le pide a la persona que permanezca en una
determinada situación sintiendo lo que allí suceda. Esta actitud permite que lo
que ha de suceder o sentir acontezca de un modo completo. El vivir lo que está
sucediendo en el momento supone dejar que cada experiencia sea vivida en su
momento. Se trata de no perder la experiencia presente en su sustitución por lo
que tendría que suceder o lo que sucedió y se vivió.
Apertura a la experiencia y los hechos.- El centrarse en
lo que sucede y se siente en el momento presente permite poner por delante los
aspectos emocionales y estimulares frente a la interpretación de ellos. La
fuerza del lenguaje, del pensamiento, para tamizar y vestir lo que se ve y lo
que se siente, es evidente. Esta influencia es tal que frecuentemente lo verbal
sustituye a lo real, homogenizando, uniformando y conformando la experiencia
abierta a marcos predefinidos y estereotipados. Esto supone, ante todo, una
falsificación de la experiencia y la pérdida de la riqueza que supone la
variabilidad de los fenómenos perceptivos y emocionales. La persona que
contempla un cuadro sólo es capaz de percibir (sentir) en la medida en que es
capaz de mantenerse abierto a las cosas que le sugiere dicho cuadro. Esta
observación debe guiarse, en lo principal, por ella misma. Dejando que unas
sensaciones lleven a otras de modo natural. Las interferencias verbales
(prejuicios), o el "estar en otro sitio", solo contribuyen a adulterar la
experiencia.
Aceptación radical. El elemento esencial del
mindfulness consiste en la aceptación radical, no valorativa, de la
experiencia. Se trata de centrarse en el momento actual sin hacer ningún tipo de
valoración y aceptando la experiencia como tal. Esto tiene un elemento de
originalidad frente al proceder habitual en psicología. Lo positivo y negativo,
lo perfecto e imperfecto en su diversos grados son aceptados como experiencias
naturales, normales. Obviamente resulta más grato experimentar algo positivo
pero se acepta como igualmente natural la vivencia de lo desagradable. Se trata,
como se ha comentado anteriormente, de aceptar las experiencias, y las
reacciones a ellas, como naturales, normales. El esfuerzo por no valorarlas y
aceptarlas permite no rechazarlas: el malestar, el enfado, la contrariedad no es
algo de lo que se haya de huir, sino que forman parte una experiencia humana que
es preciso vivir. Esto contradice en gran medida ciertos tipos de mensajes que
se transmiten socialmente, e incluso desde el ejercicio profesional de la
psicología: el malestar es negativo, debe reducirse la ansiedad, controlar el
estrés, reducir los pensamientos negativos, etc.
Elección de las experiencias.- Puede pensarse que el
mindfulness consiste en vivir con atención plena, reflexiva, no
valorativa y aceptando lo que acontece de forma un tanto determinista. Esto no
es así. Las personas elijen de forma activa en qué implicarse, sobre qué actuar,
mirar o centrarse. Los objetivos, proyectos y valores de cada cual determinan
sobre qué atender o prestar su tiempo e interés. En suma, el que una situación
sea vivida y caracterizada como mindfulness no quiere decir que no sea
elegida. Sí quiere decir que una vez que una situación es elegida debe vivirse y
experimentarse tal y como es, de forma activa, aceptando todo lo que se dé.
Control.-. La aceptación supone una renuncia al control
directo. No se busca que la persona controle sus reacciones, sentimientos o
emociones sino que los experimente tal y como se producen. Esto no supone,
naturalmente, que los elementos de regulación emocional, fisiológico y
comportamental no se produzcan pero sí que no buscan de forma directa. No se
trata de reducir (controlar) el malestar, el miedo, la ira o la tristeza, sino
de experimentarlos como tal; en todo caso el efecto que pudiera producirse sobre
esas emociones será de naturaleza indirecta. Este aspecto contrata notablemente
con los procedimientos psicológicos al uso y que buscan la reducción de la
activación, el control de la ansiedad, la eliminación de los pensamientos
negativos, etc.
Para recapitular se recogerán algunos de los elementos clave
del mindfulness, según Germer (2004), estos son: (1) no conceptual, esto
es prestar atención y conciencia sin centrarse en los procesos de pensamiento
implicados; (2) centrado en el presente: el mindfulness siempre se da en
y sobre el momento presente; (3) no valorativo, no puede experimentarse
plenamente algo que se desea que sea otro; (4) intencional, siempre hay una
intención directa de centrarse en algo, y de volver a ello si por algún motivo
se ha alejado; (5) observación participativa, no es una observación distanciada
o ajena, debe implicar lo más profundamente la mente y el cuerpo; (6) no verbal,
la experiencia mindfulness no tiene un referente verbal sino emocional y
sensorial; (7) exploratorio, abierto a la experimentación sensorial y
perceptiva; y (8) liberador, cada momento de experiencia vivida plenamente es
una experiencia de libertad.
LAS TÉCNICAS CONCRETAS
Una vez definidas la singularidades y ventajas del
mindfulness, ¿cómo buscarlo o aplicarlo en términos prácticos?, ¿resulta
positivo que una persona se conduzca todo el día como mindfulness? No hay
datos empíricos hoy día que permita responde de forma clara a estas preguntas.
Más adelante se podrá valorar más concretamente en qué casos es más apropiado
insistir en su recomendación. Mientras tanto ¿cómo se consigue el
mindfulness? En general se ha aplicado un tipo de entrenamiento que
permite a las personas practicar en esas habilidades mindfulness. El
procedimiento más utilizado incluye elementos cognitivos (meditación) junto con
determinados tipos de relajación, o ejercicios centrados en sensaciones
corporales. Recuerda, en gran medida, al entrenamiento en relajación progresiva,
aunque también al entrenamiento autógeno (procedimiento de auto-hipnosis) y a la
hipnosis en sí.
Jon Kabat-Zinn (1994) ha desarrollado y puesto en marcha un
programa en el que se entrena a las personas en la adquisición de las
habilidades relativas al mindfulness. Se entiende que, al igual que con
la relajación, el entrenamiento y práctica en ellas permite la adquisición de
unas habilidades que pueden generalizarse y tiene, posiblemente, sus efectos
positivos en el funcionamiento ordinario de la persona.
A modo de ejemplo, y en el caso de la relajación, podría
señalarse que cualquiera de los procedimientos utilizados podría ser adecuado,
desde la perspectiva del mindfulness, siempre que se modificaran los
elementos necesarios. A saber: que la persona no controla, sino observa, su
respuestas fisiológicas; que la persona acepta cualquier cambio, sensación o
movimiento, por ejemplo, que se produzca; que hay una implicación activa en la
tarea planteada buscando conocer y sentir todo lo que acontezca en ella; que
dicho interés activo no supone lucha o control sobre otras actividades
competitivas (por ejemplo, si atendiendo a las sensaciones corporales el
pensamiento se va a otros asuntos alejados de la tarea, una vez que la persona
se da cuenta de la disgresión, no se enoja o contraría, sino que acepta dicha
digresión y simplemente vuelve a atender a las sensaciones y tareas en que está
implicado). En este contexto se puede utilizar el procedimiento denominado como
body scan (Kabat-Zinn, 2002), que consiste en una mera experimentación en las
sensaciones corporales asociadas al repaso activo del cuerpo. Otro procedimiento
frecuentemente usado es la respiración. La persona se centra en ella y
experimenta libremente todas las sensaciones que sucedan en torno al propio
ritmo respiratorio. Insistiendo en todo momento en que no se pretende ni busca
ejercer control alguno sobre la actividad corporal. Tampoco se busca la
relajación como algo positivo en sí ni como estrategia de afrontamiento, sino
como forma de practicar y experimentar el mindfulness.
Los procedimientos y ejercicios concretos pueden ser muy
diversos. Algunos han sido desarrollados con objetivos específicos como el
programa para la prevención de la depresión de Segal, Williams y Teasdale
(2002). En dicho texto puede consultarse un programa detallado de ejercicios
orientados a la práctica del mindfulness durante la mayor parte del día
como forma de prevenir las recaídas en la depresión.
UTILIDAD DEL MINDFULNESS
Las técnicas que buscan que el paciente tenga experiencias
mindfulness persiguen, ante todo, que la persona se deje llevar por las
sensaciones que percibe. Se trata de promover, poner como punto fundamental de
referencia, las sensaciones y emociones, dejando que ellas actúen de forma
natural. Esto posibilita que la persona deje (permita) que determinadas
actividades (emociones, cambios fisiológicos, etc.) que operan de forma autónoma
(SNA) se regulen de acuerdo con sus propios sistemas naturales de
autorregulación. La falta de información sensorial, activa (uso de técnicas de
control, distracción, etc.) o pasiva (no atendiendo de forma intencional a dicha
información), impide al organismo la información precisa y necesaria para tengan
lugar los modos naturales de aprendizaje. Tomemos como ejemplo la conducta
sexual. Masters y Johnson (1970) insistieron en definir como el rol de
espectador el comportamiento de quien voluntariamente se aleja (pensando en otra
cosa, ocupándose de otros temas, etc.) en una interacción sexual. Suponiendo que
al no atender a estímulos que pueden provocar una excitación sexual se puede
ejercer un control sobre ella, se obtiene precisamente el efecto contrario: sólo
es posible "controlar" la excitación sexual cuando la persona recibe la
información sensorial que acontece en esa experiencia. No es posible un
aprendizaje sin información ligada a su ejecución. Es más, el aprendizaje será
más eficiente cuanta más información se disponga.
El intento por bloquear el malestar, las emociones, el estrés,
contraviene y altera, de forma física (fármacos) o psicológica (distracción,
reestructuración, etc.) los mecanismos de feedback naturales del organismo que
permiten regular. Este aspecto fue un elemento característico en el desarrollo
de las técnicas de biofeedback y de los modelos de autorregulación que se
propusieron para su desarrollo (ver Schwarzt, 1977). Puede señalarse, al igual
que en el ejemplo antes comentado de la actividad sexual, que el único modo en
que los servomecanismos (feedback positivo y negativo) del organismo pueden
operar en cuando los canales de información sensorial reciben y transmiten la
información relevante de un modo eficiente (ver Corrigan, 2004).
Esto no quiere decir que el uso de los fármacos o técnicas
psicológicas como la reestructuración cognitiva, reducción de la activación
fisiológica, distracción, etc., no sean adecuadas. Son procedimientos útiles y
eficaces en determinados problemas y momentos, sin embargo deben considerarse
con cautela. Cuando impiden que la persona experimente de forma real las
sensaciones y emociones ligadas a una determinada situación pueden dificultar y
agravar en problema en lugar de sortearlo. La racionalización y
contextualización de un problema es necesaria pero la experimentación y
aceptación de las sensaciones y emociones que nos procura es esencial. Esto es
bien conocido en un ámbito especialmente relevante de la intervención
psicológica: los trastornos de ansiedad. La exposición a las situaciones
evocadoras de ansiedad y la experimentación de sus efectos es un elemento
esencial en su tratamiento.